Mis padres fueron Petronila Castro Garrido que nació el día 29 de junio del año 1938, en la Sección El Mamey, de Higüey, y falleció el día 04 de octubre del año 2013, en Higüey; Juan Francisco Guerrero Castillo, que nació el día 30 de junio del año 1930, en el paraje Azafrán, Sección La Enea, de Higüey, y falleció el día 17 de octubre del año 2008, en Higüey. El día 5 de mayo de 1956, en la iglesia San Dionisio de Higüey, contrajeron matrimonio canónico. La boda se celebró en la casa de “Doña Chola” y Felipe Lugo, padres de Teresa Lugo, esposa del profesor Félix Ortiz Vizcaíno.

        Mi madre perdió dos embarazos y para engendrarme, en el año 1963, fue sometida a una cirugía practicada por el Dr. Chahín, en la ciudad de El Seibo. Mis recuerdos se trasladan al vientre de mi madre, pero ella me dijo que fue un sueño; estaba ansioso por salir de su vientre, me sentía molesto. Papá declaró mi nacimiento un 14 de junio del año 1964, pero en realidad nací un 29 de enero de 1964, miércoles, a las once de la mañana, en la calle Colón con Remigio del Castillo, esquina noreste; una casa de madera con techo de zinc que adquirió mi padre por la suma de cuatro mil pesos, en el año 1962. Esa casa se mantuvo hasta el año 2006; en ella mi padre ejerció el oficio de sastre. En la mencionada intersección de calles, en la esquina sureste, vivía Doña Sarita, la mamá de “Pedro Mecánico”; en la suroeste, Rafael Castillo, “Don Fello”; en la noroeste mis bisabuelos maternos Octavia Reyes Sánchez, “Hemelinda” y Victoriano Garrido Cedeño.

Mis padrinos de bautizo católico fueron Rogelio De La Rosa, natural de Castillo, un poblado del norte de la República Dominicana y Gladis Soto, natural de Higüey, que luego pasó a residir a Santo Domingo. A esta última la vi una sola vez en el año 1980. Mi padrino Rogelio fue una persona muy especial para mi y de él recibí mucho cariño.

        En la vecindad en donde nací mis vecinos inmediatos en el barrio El Tamarindo eran Santiago De La Rosa Cedano, Chago, y Jacinta Rosa Cedeño de De La Rosa. Ellos eran los abuelos de Ramón Benito de La Rosa y Carpio, el segundo obispo de la diócesis de Higüey y quién ocuparía la cátedra de la arquidiócesis de Santiago de los Caballeros; yo, con dos años y medio de nacido, año 1966, apenas caminaba, visitaba la casa de ellos y tomaba uno de los panes que tenían colocados en un pasamano en su sala con piso de madera. Era gracioso para ellos ese acto infantil el cual me celebraban. De ahí me trasladaba al frente, a donde mi bisabuela, y llenaba una ollita de yuca y regresaba con ella a donde mamá. No tenía sentido de la propiedad.

        Una mañana del año 1967, ante los gritos desesperados de mamá, unos vecinos se dirigieron al patio de mi casa y dieron caza a una culebra. No sentí temor. Tomé mi velocípedo al cual llamaba “cucú” y me fui a la acera a jugar con “amiguito”. Amiguito era Cirilo de Jesús, Johnny, quien se dedicó al arte fotográfico y de vídeo en su vida profesional. 

Por esos años iba conociendo a mis tíos y otros familiares, más de parte materna que paterna. En mi recuerdo las primeras en conocer fueron a María Castro, Tatá, tía materna y a Carmen Solano Garrido, hija de mi tía abuela Ana Garrido, o sea, prima hermana de mamá. A ambas les llamaba tías. El primer susto que recuerdo lo provocaron jugando conmigo cuando me arroparon y me faltó el aire en una de las camas de la casona en la Remigio del Castillo esq. Colón. Eran los tiempos del "am bo sa dor mata rile rile, am bosador mata rile rile ron, que quiere ud, mata rile rile rile, que quiere ud, mata rile rile ron”. 

Buscando suerte, Francisco Guerrero Castillo, mi padre, marchó el día 5 de abril del año 1967 a la ciudad de New York y regresó al país el día 12 de agosto de ese mismo año; Petronila Castro Garrido, mamá, y yo, en su ausencia nos fuimos a residir a la sección de El Mamey, aunque por poco tiempo, a casa de mis abuelos Liberata Garrido Reyes, Oliva, y Esteban Castro Richiez. De mi estancia allí recuerdo la amplitud del campo. Al poco tiempo nos fuimos a residir a la casa de mis abuelos paternos Octavio Guerrero Rijo y Laureana Castillo Cordero. En esa etapa de mi vida fui enfermizo. La casa de mis abuelos paternos quedaba en la calle Victoriano Pepén, a 500 metros del río Duey. Recuerdo, perfectamente, todo ese escenario con mamá lavando en el río y yo con un termo vacío esperando el regreso de papá para brindarle café. En Higüey eran escasos los vehículos, no pasaban de 20 unidades. Cuando escuchaba el sonido producido por uno de ellos pensaba que era mi papá que había llegado. Aprovechaba, cuando mis abuelos recibían visitas, para enviarle víveres a mi papá. Una noche mamá me despertó; acababa de llegar papá de los Estados Unidos. Eran las 9:00 de la noche, en un carro negro largo. Aún conservo su pasaporte. 

Por el año 1968, un sábado en la tarde, encontrándome en su casa, llegó mi bisabuelo Victoriano Garrido Cedeño, fifín, procedente de una de las propiedades que poseía en el paraje El Limón en donde se encontraba de montería. Todavía se monteaba en esa época. Siempre he tenido presente el haber visto “carne salada” de cerdo puerco cimarrón. 

En el año 1967 estaba sentado en la acera de la casa en donde nací, Colón con Remigio del Castillo; recuerdo a un grupo que iba protestando contra el gobierno del Dr. Joaquín Balaguer quienes saltando una verja y se escondieron en un solar baldío que había en la hoy Av. Vetilio Alfau Durán, antigua Libertad, Esq. Colón, en su parte noroeste, próximo a la casa de la familia de Miguel Piña y de su esposa Isabelita Rodríguez. A pesar de mi corta edad recuerdo sus nombres: Eliseo Castro Garrido, Virgilito Paniagua, Juan Francisco Castro Garrido, Piñita (hijo de Miguel Piña) y Rafael Silvestre. 

A principios del año 1968 mis padres residieron en la calle Teófilo Guerrero del Rosario no. 30, luego no. 53 y mi padre continuó con su taller de sastrería.  Al poco tiempo le visitaron vendedores ofertando a crédito botas Goliat muy usadas por los haitianos en los bateyes del Central Romana. Era muy diferente el comercio de aquellos tiempos al actual, pues las casas comerciales daban noventa días de crédito. Poco a poco se fue formando una tienda pequeña y próspera de tejidos y calzados. Se vendían las sandalias de goma Alina, para mujeres; hule para los recién nacidos, camisas, tenis, zapatos de hombres, pantaloncillos, pantis, corduroy, polyester, lino, dacrón, hilo, alistado y otros. Yo asistía a la Escuela Hogar de la profesora Natalia Blanco quien me alfabetizó. Era muy cariñosa y tenía una sonrisa bonita. La escuela quedaba cerca, en la calle Remigio del Castillo con Pedro Livio Cedeño, esquina noreste. 

Mis amigos de infancia fueron Johnny de Jesús Olea, Carmen del Pilar Melo Oquendo, Julio Villavicencio; Neo, Darío y Machuchi Martínez. Pilar era nieta de Doña Graciela Paniagua (1896- 7 de junio del año1976) cuya casa era contigua a la de nosotros en la Teófilo Guerrero del Rosario. Doña Graciela era fanática del equipo de pelota Las Estrellas Orientales. Una tarde de junio del 1972 me aproximé a un polluelo que ella tenía amarrado en el patio. Con una rapidez asombrosa me “picó” en un párpado y sangré. Ella me tomó y curó mi herida dolorosa. A pesar de mi corta edad sentí mucho el deceso de Doña Graciela. 

Eran los tiempos del Dr. Balaguer en donde se estaba formando una clase económica media. Como los ingresos aumentaron mi padre alquiló en la calle Las Carreras no. 43, una casa propiedad de María Prats Vda. Rijo. Quedaba frente al centro de la cuadra de La Plaza, en la calle Las Carreras, que luego sería el mercado municipal. Cuando eso, en La Plaza, sólo había cuatro casillas de expendio de productos agrícolas y carnes. El terreno restante no tenía ninguna edificación. Era utilizado por los hermanos protestantes para hacer campañas cristianas. Era común escuchar en las noches el himno “estamos en campaña porque hay almas que salvar”. Don Celio María Rivera, siendo síndico, asignó los terrenos de esa plazoleta que, en poco tiempo, incluyendo los alrededores, se convertiría en la zona comercial por excelencia de Higüey, a partir del año 1972. 

En los años setenta y los ochenta la clientela principal estaba compuesta por nacionales haitianos y la temporada buena era cuando estos recibían su pago o “bonos” de parte del Central Romana Corporation. En ocasiones los comerciantes se trasladaban e instalaban tiendas provisionales en los bateyes. Entre esos comerciantes estaban Estanislao Martínez, Lao; Vidal Castillo, el chino; Jileo Javier; Pedro Castillo, Pedrote; Cheo; Ismael Pena; Ismael Durán, Pelao; entre otros. 

Recuerdo una estación de expendio de gasolina localizada en las esquinas de las calles Teófilo Guerrero del Rosario con Remigio del Castillo propiedad de la familia Ventura Silvestre. Al lado de esa estaba el comercio de Don Pedro Tapias, español, segoviano, que murió el 17 de noviembre del año 1984 y lo continuó algunos años su hijo Pedrito. Más al norte, en la misma acera, y en la esquina, estaba el almacén de J. Leonte Núñez. En la avenida Vetilio Alfau Durán tenía negocio Rosa Santiaga Guerrero Cedano, quien estuvo casada con mi tío Juan Bautista Guerrero Castillo. Al frente estaba la Casa Colombia, propiedad de Julio Carpio, atendida por Doña Colombia. Vidal Castillo, casado con Yolanda Guerrero Cedano, tenía su tienda La Reyna en la esquina noreste de las calles Agustín Guerrero con Teófilo Guerrero del Rosario.    

En los almacenes de Amado Villavicencio. una noche de junio del año 1972, en la Teófilo Guerrero esq. Juan de Esquivel, se inició un incendio   que se propagó hacia su frente quemando nuestra tienda; se perdió todo. Se quemaron las dos casas contiguas a la nuestra; la de Doña Graciela Paniagua, la mamá de la ya fallecida profesora Juanita Melo Paniagua; y la de Don Anisete Martínez, en donde funcionaba en un principio la farmacia Aristy de la Dra. Elsa Aristy. Al lado del origen del incendio se quemaron dos casas pertenecientes a Doña Kirsy Guerrero Vda. Merino. Ahí funcionaron una cafetería que atendía “Chachi Ventura" y otro negocio propiedad de Francisco De Peña, Don Panchito, ya fallecido. Chachi se marchó a New York y ha visitado temporalmente a Higüey. Don Panchito estaba casado con Mercedes Cabrera; estos eran los abuelos de mis amigos de adolescencia Andy Vélez Peña, fallecido el 20 de noviembre del año 2011, y Leslie Marmolejos Peña. Al otro día del incendio, temprano en la mañana, mamá sollozando me dio la noticia de lo ocurrido. Me puse a llorar. Ella me dijo: “mi hijo nos quedamos en la calle”. Papá tenía las manos quemadas y con ampollas porque quiso abrir los candados para penetrar a la tienda y salvar lo que se pudiera, pero no pudo. Me llevaron para que observara lo que quedó de la tienda y lo que vi fue una cantidad inmensa de piezas de tela y calzados humeantes. Papá lloraba. En la tarde se apersonó mi bisabuelo Victoriano Garrido y le regaló a mi papá cinco pesos. A mí me regaló uno. Papá tenía ahorrado ocho mil pesos para comprar una casa que fueron invertidos para “arrancar de nuevo”. Anisete Martínez, fallecido en junio del 2013, propietario del solar de la casa quemada, tuvo un gesto que mi padre nunca olvidó, le dijo: “Don Francisco despreocúpese que yo voy a construir un local comercial”. La construcción del local fue rápida y para diciembre papá ya tenía su tienda funcionando. Como capital de trabajo utilizó los ocho mil pesos que tenía ahorrado para hacer su casa. Por su buen crédito la compañía El Encanto le envió, sin solicitarlo, un camión repleto de mercancías. Papá le dijo “que si se estaban volviendo locos” y el vendedor le dijo que lo pagara como pudiera. Tardó once meses en pagar veintidós mil pesos; alrededor de veinte mil dólares en esa época. 

La situación fue mejorando y para 1974 había estabilidad. Estuve matriculado en el Colegio de las Hermanas del Cardenal Sancha. Allí realicé hasta el tercer grado de primaria con una profesora de apellido Poueriet, que tampoco he podido olvidar. Luego me inscribieron en la Escuela Liceo Juan XXIII, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, De La Salle, en donde en 1982 terminé el bachillerato. 

Los domingos, a las dos de la tarde, nos íbamos a la matinée del Teatro Payán, fundado en 1927 por Orígenes Payán. Terminada la función jugábamos en el parque 16 de Agosto. Los tumultos en la puerta de acceso al teatro eran frecuentes. Los empujones estaban a la orden del día y los empleados Doña Juana, Guanchiro y Mongo trataban de imponer el orden. 

La navidad del año 1974 es el recuerdo más dulce que pervive en mí; se popularizó el consumo de uvas y manzanas en el pueblo dominicano. Para esa época ya mis tíos Otilio y Lucas (Manuel) habían construido y tenían comercios en los solares que adquirieron en donde se produjo el incendio antes descrito. Con mi tío Manuel llegaron mis primos Jhonny, Yubi y Randolph; hijos de Ana María, su primera esposa. Con su segunda esposa, Miledis, procreó a José Manuel y Jenny Guerrero Abreu. Jóse, como le decíamos, murió en un accidente provocado por un disparo de pistola cuando un conocido le mostraba un arma. Mi primo Jóse fue sano de cuerpo y alma. Terminaba de graduarse en INTEC.   

Mi papá, en 1976, por presiones mías, adquirió un equipo de música “Soundesign”, el cual funcionó durante 36 años. Era moderno con dos bocinas independientes y su “8 soundtrack”. En el Higüey de esa época sólo se veían canales de televisión puertorriqueños. Recuerdo los nombres de las estaciones: Wora TV, canal 5; Rikavisión, canal 7; Telemundo, canal 2; WIPR y WIPM, canales 3 y 6, los canales estatales; WAPA, canal 4, Televicentro de Puerto Rico; Teleonce, canal 11; Wole TV, Canal 12. El 17 de enero de 1983 fue encontrado calcinado en el baúl de su carro el presentador de televisión puertorriqueño Luis Vigoreaux. Su colega en el programa, Angela Mayer, "Chanita Gobernadora", hacía llamados insistentes para que Luis si se encontraba en algún lugar llamara al canal y lo dijera. Esto nunca se produjo. Cuando apareció el cadáver pusieron su foto en la pantalla del televisor con la canción "cuando un amigo se va". En la televisión boricua eran los tiempos del Topo Gigio, Cary Oliver y la Hora de la Aventura, El libro de Oro del Tío Nobel, Casper y los muñequitos en Ingles, Manolo Urquiza y su amiga Elizabeth Taylor en Telecine de la Noche, Las novelas Natasha, La Sombra de Belinda, Cristina Bazán, Papa Corazón, Mundo de Juguete, Diana Carolina, Los Alegres 3, Aeropuerto 77, El show de Charytin con Súper Mosquita, El Increíble Hulk, con Bill Bixby, Mi Bella Genio, Tierra de Gigantes, Perdidos en el Espacio, Viaje al Fondo del Mar, El Zorro, Starky y Hutch, Columbo, Koyak, Hawaii 5-0, SWAT, FBI (con Efrain Zimbalist JR.), Charlies Angels, Mutual of Omaha Wild Kingdom, Pa' rriba papi pa' rriba, Sube Nene Sube, Dale que Dale en Domingo...., El Cambia-Cambia (Canal 11, Cadena Perez Perry), con Alfred D. Herger, Pellin Rodríguez y Awilda La Mimosa, El bloque televisivo de los sábados en el 4: Pa'rriba Papi Pa'rriba, El Show de Iris Chacón y luego Jaja Jiji Jojo Con Agrelot, Súper Estrellas de La Lucha Libre (con la cartelera de letras plásticas). En el turno estelar, Carlitos Colon vs. El Gama Singh. Presentador: Rickin Sánchez, Eddie Miro y Bizcocho y el Show de las 12, Salsa 63 (precursora de "La Zeta 101"), "Flipper", Batman, Los pequeños Traviesos, Cayito en La Tiendita de La Esquina de Jacobo ("Pancho...qué vergüenza). Una novela muy famosa en esa época fue El Hijo de Ángela María protagonizada por Rolando Barral y Johanna Rosaly. Rolando Barral visitó Higüey y se presentó en el teatro Payán. Los televisores captaban la señal a través de una antena. Estas fueron desapareciendo en Higüey a partir del 1990 cuando comenzó a operar el sistema de cable. 

Las actividades de los muchachos del barrio, en los años 1970, se circunscribía al sector en donde vivíamos, principalmente, lo que es la calle Juan de Esquivel desde Las Carreras hasta la calle Pedro Livio Cedeño. Una que otra vez, en raras ocasiones, íbamos al río Duey, a pescar, sin solicitar el permiso debido, pero no nos bañábamos. Nos trasladábamos a la plazoleta llamada El Laurel hoy con edificaciones por doquier. Ahí encampanábamos chichiguas, “picobohíos·” y jugábamos a la pelota. La plazoleta El Laurel es la manzana comprendida entre las calles Teófilo Guerrero del Rosario, Agustín Guerrero, La Altagracia y Ramón A. Pumarol, dos cuadras detrás de la Iglesia San Dionisio. 

Mi abuelo Octavio murió un 25 de enero del año 1994; cuando ocurrió su deceso, muy sentido para mí, a eso de las 10:40 de la mañana, estaba a su lado con mi tío Juan Bautista. A mi abuelo lo quería demasiado. Fue un duro golpe. Nos habíamos hecho amigos y lo visitaba, frecuentemente. Recibía consejos…sin imaginarme que todo se me presentaría en la vida como él me dijo. Aún hoy, a tantos años de su partida, lo lloro. El único consuelo que apacigua este dolor eterno fue que le serví y socorrí en sus momentos de gravedad. Nadie quiere morir…mi abuelo no quería morir. Lloraba y me decía: “Francisquito, voy a morir, no quiero morir”. 

Desde pequeño era asiduo a la lectura porque entendí que era la mejor forma de enterarme de cosas que otros habían vivido y pensaba que así no tendría que esperar a ser adulto para saberlas. El escrito aún conservado y que más me impactó en mi adolescencia fue el siguiente: 

Hace ya 60 mil años, en Shanidar, Irak, individuos Neanderthal decoraron una tumba con siete especies distintas de flores, y según el antropólogo Anthony F. C. Wallece, la humanidad lleva producidas alrededor de 100 mil religiones. “Parece que los hombres prefieren creer que saber”, comenta Wilson (1978) pero la ciencia todavía no se ha formado una opinión clara de por qué un organismo biológico genera religiones con tanta regularidad. Sigmund Freud (1959) postulaba que la indefensión (Hilflosigkeit) hace depender al ser humano de otro ser humano que lo proteja, generalmente la madre. F. Blanck-Cereijido ve que esta respuesta positiva de los otros luego se concatena con los hábitos culturales que se encausan como religión. A su vez esta religión reafirma y satisface la necesidad de protección proporcionada por un ser que se concibe omnipotente. Puesto que en la búsqueda de explicaciones participan razones y emociones, así como procesos conscientes e inconscientes cuando enfrentamos un problema convocamos todas nuestras facultades para resolverlo, “nos concentramos”. Contrariamente a la religión, la filosofía y la ciencia, desde Jenófanes de Colofón, 500 años antes de Cristo hasta los filósofos contemporáneos como Feuerbach y Marx, opinan que no fueron los dioses quienes crearon a los hombres, sino justamente al revés.

En cuanto el conocimiento otorgó una ventaja y la sociedad coordinada superó el esfuerzo individual, el viejo sistema en el que un mono tirano exige obediencia incuestionable fue siendo abandonado, pues la suma de cerebros del grupo superaba al suyo, un primer aflojamiento del principio de autoridad dejó insatisfecha la necesidad de una figura todopoderosa que pueda unir el grupo bajo control. Según Desmond Morris (1967), el vació se lleno con la invención de un dios. Tratar de descubrir una causa para cada efecto lo enfrenta ahora a la necesidad de encontrar causas realmente fabulosas. En este momento cuando han de haber surgido los modelos explicativos sagrados.

El mito mantiene un sentido de perplejidad, de gratitud, en vez de miedo en relación al misterio del universo y al misterio de la propia existencia. Hasta el advenimiento de la escritura, la única memoria radicaba en el cerebro de los viejos que narraban esos mitos, que pueden difuminarse en leyenda épica, en balada o en novela, o también sobrevivir bajo la forma disminuida de superstición, de costumbres de nostalgias. Pero el mito debe diferenciarse de la leyenda que trata de actos de seres divinos mientras que la segunda es una historia de hombres. De modo que la religión parece tener al menos cuatro momentos.

Una sensación cuasi-biológica de que hay algo más, de que quedan cabos sueltos por captar que son fuentes potenciales de inseguridad. Un estado mitológico, en que si bien tampoco se entiende, por lo menos se tiene un cuadro conceptual que lo acota, nos apacigua y nos da sentido a nuestras vidas: la sociedad sobre todas las personas mayores y los sacerdotes “saben y pueden”. Una serie de ritos y comportamientos que nos da una pertenencia y una capacidad de pactar e influir, una magia. Los mayores “saben” qué hay que hacer, nos premian si cumplimos y nos castigan si desobedecemos.

Finalmente, ese “saber” se institucionaliza, otorga suficiente poder como para imponer normas, aún en el caso de que a estas alturas algunos miembros de la comunidad carezcan de sentimiento místico, desconozcan los mitos, no crean en la magia y comiencen a exigir evidencias. Muchas de las propiedades que le atribuimos a la cultura han ido apareciendo durante la evolución biológica porque fueron permitiendo que los organismos vivan hasta el día siguiente. La simbiosis, la asociación, la comunicación y cooperación no son menos poderosas que la competencia. La asociación transforma a las unidades, los hombres no serían tales si no formaran parte de una sociedad. Los seres humanos hacen sociedades y las sociedades hacen seres humanos, trae aparejada la necesidad de que las unidades se intercomuniquen, se inhiban de llevar a cabo ciertos programas de su desarrollo y promuevan ciertos otros.

La comunicación en las sociedades humanas depende además de otras señales del lenguaje hablado. La evolución “elige” al organismo que puede elegir, para que puedan valorar distintas alternativas y escoger estrategias. Una de sus cualidades consiste no tener que experimentar con la realidad entre sí sino con modelo mentales dinámicos que resultan menos riesgosos. El organismo que puede valuar más modelos verosímiles por unidad de tiempo puede abarcar más futuro y tiene más posibilidades de sobrevivir y legar sus genes. El mito, la religión y la ciencia brindan modelos coherentes. Su propia supervivencia depende de su plausibilidad, de su eficiencia. 

Del año de 1978 recuerdo la caravana del Partido Revolucionario Dominicano y su candidato Don Antonio Guzmán Fernández. Le acompañaba José Francisco Peña Gómez. Papá desde el balcón exhibió una sábana blanca en apoyo a ese partido. Era el final de los doce años del Dr. Balaguer. Sus hermanos le dijeron que “por qué hacía un gesto tan comprometedor, siendo comerciante”. De ahí se puede deducir cómo era el sistema imperante en la época. Papá era el único perredeísta de la familia hasta “casi al borde del sepulcro” porque al final él no creía en ningún partido por las componendas políticas de los mismos y las negociaciones. Papá fue de los perredeístas de verdad; aquellos que permanecen en la sombra defendiendo sus creencias y principios. Era de los pocos que a principios de los años sesenta se reunían en la casa de Guido de Jesús, en su taller de zapatería, en el Barrio El Tamarindo, que quedaba en la calle Remigio del Castillo. Eran los tiempos de escuchar la radio debajo de una almohada.

        En el 1979 mamá me celebró mis 15 años. Soy hijo único y quizás esto la animó. Se lo agradezco porque jamás me celebraron otro. El 8 de febrero de 1980 murió mi abuelo Esteban Castro Richiez. Fue un gran hombre, digno, preocupado por la superación de la familia en el ámbito profesional. Huérfano de madre desde los siete años. Era muy apuesto, de los Richiez y los De La Rosa, de El Bonao. 

Por el 1980 comenzó a operar el Palacio Night Club, un centro de diversión propiedad de Francisco Guerrero Guerrero, hijo de mi tío Juan Bautista. Asistíamos a ese lugar los viernes en la noche, regresábamos el sábado y el domingo en la tarde, luego de conversar en el parque al salir de la matinée en el otrora teatro Payán. Era un ambiente sano relacionado con los de la actualidad. La mayoría de las veces, cuando salíamos a eso de la una de la madrugada, las muchachas se quitaban los calzados y lo traían en las manos. Parecíamos una manada. En ese centro de diversión tuvimos la oportunidad de presenciar a los extranjeros Raphael de España, Los Chamos, el salsero venezolano Oscar De León y Basilio de Panamá. Los criollos tocaron todos en este lugar: Los Hijos del Rey, cuando en ellos estaban Fernandito Villalona, Raulín y Sergio Vargas, quienes luego formaron orquesta aparte; Milly, Joselyn y Los Vecinos, con su "Llegó Juanita"; Johnny Ventura; Wilfrido Vargas, Rubby Pérez; Los Kenton; Cuco Valoy; Los Paimasí; Rafael Solano; Jochi Hernández, "El Amiguito"; Sergio Vargas; Aníbal Bravo, con el haitianito y su gatico; Los Hermanos Rosario; Dionis Fernández y El Equipo; Jossie Esteban; Aramis Camilo; El Zafiro; El Cieguito De Nagua; Sandy Reyes; Alex Bueno; Bonny Cepeda; Ramón Orlando; Anthony Ríos. Algunos amigos de esa época fueron Alexis Montilla, María Altagracia Castillo, Andy Orlando Vélez Peña, Leslie Marmolejos, José Sánchez Polanco, Pedro Caridad, Carmencita del Rosario, María Cristina Javier, Tinto Caridad, Abraham Caridad, Carlos Caridad y otros. 

Terminé el bachillerato en junio del año 1982 y la graduación fue el 7 de agosto. Estuve inscrito en el Centro Universitario Regional del Este, actual Uasd Higüey, pero me retiré por temor a los desórdenes que eran frecuentes en esa Universidad del Estado. Luego de visitar las instalaciones de la Unphu en Santo Domingo, decidí irme a Santiago, a la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. 

Un domingo, 14 de agosto del año 1983, marché a Santiago de los Caballeros. Me había inscrito, dos meses antes, en la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra para estudiar ingeniería industrial. Mi madre me fue a llevar. Recuerdo aquella maleta marrón y un bulto de mano negro. Camino a Santiago mamá y yo conversamos poco. Había tristeza. La docencia comenzaba el lunes 22 de agosto. Mamá marchó al otro día a Higüey; fue a entregarme a Doña Altagracia de Ottenwalder, en donde viví por un año y medio. El lugar era próximo al Centro Belarminio, de los Jesuitas y colindante con la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra. El 11 de enero de 1985 me fui a vivir al sector La Lotería, Santiago, a casa de Doña Francia Estela Ramírez Méndez y Rolando Minaya Martínez. Ella de San Juan de la Maguana y él de Liceo al Medio en Santiago. Doña Francia Estela Ramírez Méndez era hija de José Altagracia Ramírez Alcántara y Bianela Méndez. Su abuelo lo fue el General Juan de Dios Ramírez. Sus hermanos fueron José Augusto, Maritza, Aurora, y la siempre bien recordada Adalgisa “Ada”. Minaya había sido gerente del Banco Agrícola en 1974 en Higüey. Francia siempre rememoraba que habían andado el país entero. Fue mi segunda madre. Sus hijos José, Alejandro y Tamira. Doña Francia murió un 17 de junio del año 2005 y su esposo Minaya en el año 2023.   

Un 9 de noviembre del año 1985 me comprometí con María Bienvenida Fernández Martínez, Katty. A ella la conocía desde pequeño porque las casas en que vivíamos estaban próximas. Recuerdo que la conocí en el año 1969, en un coche de niño, que manejaba su padre José Fernández Cabo. Ella tenía dos años y yo cinco años. Su padre era español, de Galicia, había llegado al país en 1955. Primero estuvo en Santo Domingo y luego en Higüey. Conservo todas las correspondencias de mi suegro con su padre en España. Que yo sepa ella no tuvo más novio que yo y conmigo se casó, un 16 de diciembre del año 1989, en el Hostal Nicolás de Ovando, en la zona Colonial de Santo Domingo. Las bodas están en youtube. Procreamos a Francisco José, María José y José Manuel Guerrero Fernández. 

En la Pontifica Universidad Católica Madre y Maestra egresé de la Facultad de Ingeniería en donde obtuve el grado de Ingeniero Industrial, año 1991. En la Asociación para el Desarrollo de Santiago de los Caballeros fui instructor en la elaboración de estudios de factibilidad, año 1991. Egresé de la Unidad de Post Grados de Universidad Católica Santo Domingo en Docencia Universitaria, año 2005. Realicé un diplomado en Tecnología de la Comunicación y la Información (TIC), en la Universidad Politécnica de Madrid, año 2003. En la Universidad Católica del Este, UCADE, ocupé las direcciones del Departamento de Admisión, 2002-2006, y de la Unidad de Investigación, 2004-2016. En la Universidad Católica del Este, UCADE, 2002-2016, impartí las asignaturas de Estadística Descriptiva e Inferencial, Historia de la Cultura, Administración de la Producción, Economía Industrial, Economía Internacional, Metodología de la Investigación I y II, Modelos Estadísticos Aplicados a Mercadeo y Formulación y Evaluación de Proyectos de Inversión. Autor de la obra "Historia de Salvaleón de Higüey", año 2001 y de “Origen. Desarrollo e Identidad de Salvaleón de Higüey, año 2011.  Miembro de Número y ex secretario de la Academia Altagraciana. Fundé el Archivo Histórico de Higüey. Colaboré con los periódicos Listín Diario, El Caribe, Hoy y Ultima Hora. El ayuntamiento del municipio de San Rafael del Yuma me declaró "Hijo Adoptivo" el 2 de diciembre del año 2008. El Papa Benedicto XVI me impartió la Bendición Apostólica el 12 de diciembre del año 2005 y, nuevamente, el 11 de junio del año 2012. 

Al finalizar doy gracias a Dios por mi esposa, hijos, nietos y los míos; cuando me toque partir pido a Dios que tenga piedad de mi alma y perdone mis pecados. A Katty, mi esposa, gracias, por ser una esposa fiel, buena madre y abuela; dispuesta para el trabajo constante en beneficio de la familia. Gracias, por soportarme desde que nos conocimos y cuidarme en la enfermedad.